 | Hasta que la ceniza no alcanza el cuarto cigarro no hablamos. Pero tras notar el fin de su vicio un gran boquete -abriéndose hacia dentro de mi alma- pliega la bóveda de humo y una raya de amanecer se marca en sus labios. La noche nos empuja altos, muy altos..., y una pulsación orgánica me pierde en su horizonte más oscuro; bajo el vértigo de su piel. |
Imagen de Antonia López, Horizontes de piel.
1 comentari:
Cuanto deseo encerrado en el humo de un cigarro, o de cuatro, y en la señal que deja en el alma y en la piel.
Un abrazo
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