Imágen de Pat Andrea
Cuentan como la reina de Asiria
-proteica en sus caprichos
soñó ir en mar de París a París.
Su pueblo
-antiguo como el brillo de la luna
se reencarno en súbditos con grandes falos.
Bajo un sacrificio de saliva y de alma
invocaron el libido de la bóveda celeste;
tembló el universo.
La tierra se sumió en silencio.
De golpe, un gran coño se coronó cielo:
la Cite tuvo un mar espumoso;
se olia el sexo en cada rincón,
el vino pintaba sus costas
el sumiso procreaba la beauté
y la reina acaudillaba las nucas...
Un día cualquiera
la soberana murió bajo una tarde de oleaje.
París quedó seco
el coño celeste pereció;
los falos sin luz no crecían
y los súbditos olvidaron su sexo.
***
Hoy mis córneas se han abierto
como bocas hambrientas
y has besado un recuerdo tímido
-de un mar inmortal
a orillas del Sena.
* en memoria, sin permiso, y en palabras
de un conocido "felador" de versos.