
Nunca acepté que acabó;
mantener nuestro amor intacto, en mis brazos
armándolo en un butacón roto,
arropado entre arrugas de mis besitos,
era mi mayor logro. Murió.
Lo sentí como nunca.
Las dudas muertas
sudaban mi cuerpo.
Las distancias eran decapitadas,
los temores deshuesados,
el tuétano lamido.
Bebido de abrazos podridos
fui descubierto rápidamente por su hedor.
Así me encontraron.
-así no quiero morir.
Mi vida descubierta por su peste.
Allí, un rincón calado de tristeza
donde la humedad riñe con el yeso,
un pensamiento
pudre antes tu recuerdo que mi cuerpo.
Por eso, he decidido morirme;
volver a ella
a la metálica soledad.
2 comentaris:
Que placer leerte otra vez aunque sea algo como este suicidio del amor.
Abrazos
¡Oh lalá!... que dirían tus vecinos.
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